Registros akáshicos, la memoria del alma
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Según la tradición hindú, los archivos del alma, desde que sale de la divinidad hasta que vuelve a ella, están dentro de cada uno de nosotros. Sólo es necesario hacerlos conscientes para superar miedos y conflictos. Qué dice la psicología.
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- Registros Akáshicos - Memoria del AlmaIvonne L'Estrange / Especial para Buena Vida
“Es medio creer o reventar a veces”, dice Eugenia, sentada en un bar de Villa Crespo. Y uno intuye que es verdad. Que hay cosas que son creer o reventar.
“Yo he recibido mucha gente que se sienta y me dice: ‘Mirá que yo en esto no creo en nada’. Pero está ahí. En algún punto, algo deben creer. Esos son los que más se sorprenden porque vienen tan cerrados o con tanto miedo que cuando les digo cosas que realmente pertenecen a sus vidas me dicen: ‘¿Pero cómo sabés todo eso?’”.
Eugenia García Barassi es terapeuta de registros akáshicos. Desde hace ocho años -tiene 35, pero parece menos-, se dedica a abrir y leer los registros akáshicos de quienes la consultan.
Según la tradición hindú, los registros son los archivos de las memorias del alma, desde que sale de la divinidad hasta que vuelve. Todos los seres tienen su registro. El de las personas es individual. El de las plantas, los animales y los minerales es grupal. Hasta el planeta Tierra tiene su registro.
Su índole
Podemos imaginar a los registros akáshicos como una gran biblioteca donde cada uno es dueño de un libro. El terapeuta sería el bibliotecario que nos guía hasta encontrarlo.
Entonces, al abrirlo nos encontramos con imágenes de nuestra vida actual, pero, ¡oh, sorpresa!, también vemos escenas de nuestras vidas pasadas. Todo aquello que afectó nuestra alma está allí guardado.
Incluso podemos “espiar” las posibilidades que nos esperan en el futuro, entendiendo que éste todavía no está escrito pero sí abierto a la creación según las decisiones que vamos tomando mientras manejamos el autito del juego de la vida.
Federica Zosi, especializada en el tema, que a su vez es maestra de Eugenia y referente de Ari Paluch -le hizo varias aperturas y estuvo de invitada en su charla, en el Teatro Astral-, cuenta que en su libro Registros Akáshicos que akáshico “proviene de ākāśa (/akasha/), un término existente en el antiguo idioma sánscrito de la India que significa alma, espacio, cielo, éter. Por eso el registro akáshico es denominado libro del alma o libro de la vida”.
Ahora bien, los registros akáshicos no están en esta dimensión. Pertenecen al mundo etérico. El éter es ese material sutil e impalpable que según los hindúes es el vehículo del sonido y de la vida.
Una definición más científica dice que el éter es un estado intermedio entre la materia y la energía pura. La médica clínica y psicóloga Nyscha Lema los ubica más específicamente en la séptima capa de energía que rodea al ser humano.
Los registros se abren por muchísimos motivos. Consultas, iluminación, sanación. La demanda en este momento es grande. Por ejemplo, si uno quiere atenderse con Eugenia, la demora es de ¡¡tres meses!! Si el interesado tiene urgencia, ella misma lo deriva con un colega. La razón de tanto alboroto es que una lectura, dicen, equivale a años de terapia.
Es que la sanación, que en una terapia tradicional puede llevar años, en registros puede llegar a ser inmediata. ¿Por qué?
“Yo abro el libro -dice Federica Sozi, ahora en su consultorio de la librería Kier-. Encuentro una causa, la comprendo, la perdono y la libero. Y la carga emocional que hacía que se provocaran situaciones para que yo me preguntase ‘¿Para qué?’ no está más. Entonces, una vez sanada la raíz, las manifestaciones desaparecen. Nada más que en una sesión tal vez sanaste muchas cosas que en años quizá ni siquiera las podés encontrár.”
Eso sí, tienen que pasar seis meses entre una apertura y otra. Sólo un caso de urgencia puede justificar que se haga en menor tiempo.
De todas maneras, conviene no mezclar el agua con el aceite y aclarar que una terapia psicológica y una lectura de registros son cosas bien distintas.
La psicoanalista y miembro de APdeBA, Isabel Mansione, explica que para la psicología como ciencia, “el ser humano va construyendo su proyecto de vida o su destino en el entretejido entre biología y cultura, pero siempre es una construcción. Ellos, en cambio, forman parte de un movimiento espiritual que adhiere a la creencia en otras vidas, en las que se originaría ese malestar.”
Pero a pesar de que son herramientas distintas, sí pueden convivir y hasta enriquecerse mutuamente. “Si para el paciente es una experiencia que le permite crecer, pensarse desde otros ángulos, flexibilizarse, entonces la lectura de registros va a convertirse en un facilitador más”, dice la psicóloga Marisa Perez Labat, egresada de la Universidad del Salvador, quien ha recibido consultas de personas que atravesaron la experiencia.
“Estos pacientes suelen traer una especie de lista de temas que surgen en la apertura y luego quieren profundizar en un espacio terapéutico. Por ejemplo: ‘Me di cuenta de que siempre vivo satisfaciendo los deseos de los otros y nunca hago nada para mí’. O: ‘Tomé conciencia de que por no enfrentar a mis padres, no me comporto como un adulto’. En estos casos, la lectura de registros akáshicos sirve como disparador, moviliza a los pacientes”.
Eso sí, también como psicóloga reconoce que no puede explicar qué sucede durante la lectura de registros. Creer o reventar.
Las primeras maestras
Antes de dedicarse a leer los registros akáshicos, Federica Zosi se recibió de analista de sistemas.
Luego, los dados rodaron y el destino la llevó a México, donde aprendió los secretos del pueblo maya.
A su regreso, se dedicó a impartir conocimientos sobre el famoso calendario hasta que una alumna la convenció de iniciarse en una nueva técnica que habían traído a la Argentina las norteamericanas Elena Lieberman y Roni Reislen, que se dedicaron a formar discípulas en nuestro país.
Una de ellas, de las que asistió a esos primeros seminarios que organizaba y traducía Gabriela Hernández, hoy directora de la Escuela Latino Americana de Lectores de Registros Akáshicos, fue Ale Pintos.
Era el año 1999 y Ale ya se había iniciado en la apertura del espejo. Trece años después, se reparte por los cien barrios porteños llevando su sabiduría: además de atender en Parque Chas, donde vive, atiende en Belgrano y en el precioso restaurante Paladar de Villa Crespo.
“Todo el tiempo suceden hitos que me llaman la atención”, dice. Un caso típico de consulta es por fobias, como esa señora que la consultó porque no podía viajar en subte. “Al abrir los registros, se manifestó el origen de esa fobia en una vida anterior. Vimos cómo fue su partida en esa vida y cuán fuerte fue la impronta que dejó en su cuerpo etérico. Al comprender que ese temor no tenía nada que ver con el aquí y ahora, más un ejercicio que le sugerí, al mes me llamó y me dijo: ‘Ale, ¡acabo de bajarme del subte! ¡Pude viajar!’”.
Ale también atesora anécdotas de mujeres que no podían quedar embarazadas y lo hicieron, de relaciones conflictivas entre padres e hijos que se solucionaron, de cambios copernicanos en las carreras, etc., etc., etc. “Eso sí, aclaro que todo esto sucede si es que está dentro del plan divino para esa alma. ¡No quiero generar falsas expectativas!”.
Hombres, también
Sus consultantes llegan por el boca a boca, y como en los demás casos, son de todas las edades. “El porcentaje mayor es de mujeres, pero en los últimos cinco años el flujo de hombres ha crecido de manera considerable. Como los registros se pueden abrir a partir de los 18 años, también vienen madres a consultar por sus hijos menores de edad. Conociendo su alma pueden saber qué vienen a expresar y cómo ayudarlos en su desarrollo”, cuenta.
Las sesiones cuestan entre 200 y 400 pesos, suelen durar entre hora y media y dos horas y algunos terapeutas sugieren grabarlas. Lo ideal es que quien consulta lleve una lista de diez preguntas. “Yo hago dos oraciones, abro el registro y luego de un momento la persona hace sus preguntas”, cuenta Eugenia.
¿Qué es lo que más preguntan?
“Sobre la pareja. En realidad, el mayor interés es encontrarse a sí mismos. A partir de ahí, la pregunta más común es la pareja: si están con la adecuada, si van a conseguir formar una; si están solos, por qué no pueden manifestar pareja. Es la pregunta fija.”
Durante las dos horas que dura la sesión, el terapeuta habla, habla y habla, pero, aseguran, no son suyas las ideas. En realidad, tanto Ale y Federica como Eugenia serían sólo el intermediario entre quien consulta y los maestros ascendidos o guías de esa persona. Su trabajo será hacer de puente entre ambos, o sea, lo que se llama “canalizar”.
“Uno de los maestros ascendidos más conocidos es Jesús. Otros son la Virgen María, los Santos, Saint Germain, Yogananda”, explica Eugenia.
Hay tres formas de recibir la información: por imágenes, por sensaciones o por palabras.
“En realidad es la decodificación que hace el ser humano, porque ellos son energía. Te mandan energía y nosotras la decodificamos y la pasamos a palabras”, dice.
Por su parte, la doctora Lema advierte que este tipo de aperturas deben ser realizadas por personas que las sepan manejar bien. “El registro puede tocar temas difíciles. Es importante que quienes los abran sean terapeutas. Lo ideal sería un psicólogo que luego haya aprendido a trabajar con registros akáshicos.”
Del Derecho al cine
Son las seis de la tarde y Federica Zosi tiene que cerrar su consultorio para ir a la presentación de su nuevo libro. Antes, relata una experiencia, la de esa señora que atendió en julio 2007, en Bariloche. La mujer era abogada y había tenido una pérdida importante. “Vino a verme y los maestros dijeron que tenía que cambiar de profesión. Ahora su tránsito sería por la cinematografía. ¡Imaginen su cara! ¡Una abogada penalista estudiando cine!", cuenta Federica.
"Salí de ahí diciendo: 'No puede ser'", coincide Marta Bertotti, la abogada en cuestión. "Sin embargo, en octubre, ya estaba buscando escuelas de cine y, al año siguiente, comencé a estudiar en la de Eliseo Subiela. Desde entonces me recibí de directora y trabajé en las dos últimas películas de Subiela. No fue una carrera fácil, pero los registros tenían razón."
“Yo he recibido mucha gente que se sienta y me dice: ‘Mirá que yo en esto no creo en nada’. Pero está ahí. En algún punto, algo deben creer. Esos son los que más se sorprenden porque vienen tan cerrados o con tanto miedo que cuando les digo cosas que realmente pertenecen a sus vidas me dicen: ‘¿Pero cómo sabés todo eso?’”.
Eugenia García Barassi es terapeuta de registros akáshicos. Desde hace ocho años -tiene 35, pero parece menos-, se dedica a abrir y leer los registros akáshicos de quienes la consultan.
Según la tradición hindú, los registros son los archivos de las memorias del alma, desde que sale de la divinidad hasta que vuelve. Todos los seres tienen su registro. El de las personas es individual. El de las plantas, los animales y los minerales es grupal. Hasta el planeta Tierra tiene su registro.
Su índole
Podemos imaginar a los registros akáshicos como una gran biblioteca donde cada uno es dueño de un libro. El terapeuta sería el bibliotecario que nos guía hasta encontrarlo.
Entonces, al abrirlo nos encontramos con imágenes de nuestra vida actual, pero, ¡oh, sorpresa!, también vemos escenas de nuestras vidas pasadas. Todo aquello que afectó nuestra alma está allí guardado.
Incluso podemos “espiar” las posibilidades que nos esperan en el futuro, entendiendo que éste todavía no está escrito pero sí abierto a la creación según las decisiones que vamos tomando mientras manejamos el autito del juego de la vida.
Federica Zosi, especializada en el tema, que a su vez es maestra de Eugenia y referente de Ari Paluch -le hizo varias aperturas y estuvo de invitada en su charla, en el Teatro Astral-, cuenta que en su libro Registros Akáshicos que akáshico “proviene de ākāśa (/akasha/), un término existente en el antiguo idioma sánscrito de la India que significa alma, espacio, cielo, éter. Por eso el registro akáshico es denominado libro del alma o libro de la vida”.
Ahora bien, los registros akáshicos no están en esta dimensión. Pertenecen al mundo etérico. El éter es ese material sutil e impalpable que según los hindúes es el vehículo del sonido y de la vida.
Una definición más científica dice que el éter es un estado intermedio entre la materia y la energía pura. La médica clínica y psicóloga Nyscha Lema los ubica más específicamente en la séptima capa de energía que rodea al ser humano.
Los registros se abren por muchísimos motivos. Consultas, iluminación, sanación. La demanda en este momento es grande. Por ejemplo, si uno quiere atenderse con Eugenia, la demora es de ¡¡tres meses!! Si el interesado tiene urgencia, ella misma lo deriva con un colega. La razón de tanto alboroto es que una lectura, dicen, equivale a años de terapia.
Es que la sanación, que en una terapia tradicional puede llevar años, en registros puede llegar a ser inmediata. ¿Por qué?
“Yo abro el libro -dice Federica Sozi, ahora en su consultorio de la librería Kier-. Encuentro una causa, la comprendo, la perdono y la libero. Y la carga emocional que hacía que se provocaran situaciones para que yo me preguntase ‘¿Para qué?’ no está más. Entonces, una vez sanada la raíz, las manifestaciones desaparecen. Nada más que en una sesión tal vez sanaste muchas cosas que en años quizá ni siquiera las podés encontrár.”
Eso sí, tienen que pasar seis meses entre una apertura y otra. Sólo un caso de urgencia puede justificar que se haga en menor tiempo.
De todas maneras, conviene no mezclar el agua con el aceite y aclarar que una terapia psicológica y una lectura de registros son cosas bien distintas.
La psicoanalista y miembro de APdeBA, Isabel Mansione, explica que para la psicología como ciencia, “el ser humano va construyendo su proyecto de vida o su destino en el entretejido entre biología y cultura, pero siempre es una construcción. Ellos, en cambio, forman parte de un movimiento espiritual que adhiere a la creencia en otras vidas, en las que se originaría ese malestar.”
Pero a pesar de que son herramientas distintas, sí pueden convivir y hasta enriquecerse mutuamente. “Si para el paciente es una experiencia que le permite crecer, pensarse desde otros ángulos, flexibilizarse, entonces la lectura de registros va a convertirse en un facilitador más”, dice la psicóloga Marisa Perez Labat, egresada de la Universidad del Salvador, quien ha recibido consultas de personas que atravesaron la experiencia.
“Estos pacientes suelen traer una especie de lista de temas que surgen en la apertura y luego quieren profundizar en un espacio terapéutico. Por ejemplo: ‘Me di cuenta de que siempre vivo satisfaciendo los deseos de los otros y nunca hago nada para mí’. O: ‘Tomé conciencia de que por no enfrentar a mis padres, no me comporto como un adulto’. En estos casos, la lectura de registros akáshicos sirve como disparador, moviliza a los pacientes”.
Eso sí, también como psicóloga reconoce que no puede explicar qué sucede durante la lectura de registros. Creer o reventar.
Las primeras maestras
Antes de dedicarse a leer los registros akáshicos, Federica Zosi se recibió de analista de sistemas.
Luego, los dados rodaron y el destino la llevó a México, donde aprendió los secretos del pueblo maya.
A su regreso, se dedicó a impartir conocimientos sobre el famoso calendario hasta que una alumna la convenció de iniciarse en una nueva técnica que habían traído a la Argentina las norteamericanas Elena Lieberman y Roni Reislen, que se dedicaron a formar discípulas en nuestro país.
Una de ellas, de las que asistió a esos primeros seminarios que organizaba y traducía Gabriela Hernández, hoy directora de la Escuela Latino Americana de Lectores de Registros Akáshicos, fue Ale Pintos.
Era el año 1999 y Ale ya se había iniciado en la apertura del espejo. Trece años después, se reparte por los cien barrios porteños llevando su sabiduría: además de atender en Parque Chas, donde vive, atiende en Belgrano y en el precioso restaurante Paladar de Villa Crespo.
“Todo el tiempo suceden hitos que me llaman la atención”, dice. Un caso típico de consulta es por fobias, como esa señora que la consultó porque no podía viajar en subte. “Al abrir los registros, se manifestó el origen de esa fobia en una vida anterior. Vimos cómo fue su partida en esa vida y cuán fuerte fue la impronta que dejó en su cuerpo etérico. Al comprender que ese temor no tenía nada que ver con el aquí y ahora, más un ejercicio que le sugerí, al mes me llamó y me dijo: ‘Ale, ¡acabo de bajarme del subte! ¡Pude viajar!’”.
Ale también atesora anécdotas de mujeres que no podían quedar embarazadas y lo hicieron, de relaciones conflictivas entre padres e hijos que se solucionaron, de cambios copernicanos en las carreras, etc., etc., etc. “Eso sí, aclaro que todo esto sucede si es que está dentro del plan divino para esa alma. ¡No quiero generar falsas expectativas!”.
Hombres, también
Sus consultantes llegan por el boca a boca, y como en los demás casos, son de todas las edades. “El porcentaje mayor es de mujeres, pero en los últimos cinco años el flujo de hombres ha crecido de manera considerable. Como los registros se pueden abrir a partir de los 18 años, también vienen madres a consultar por sus hijos menores de edad. Conociendo su alma pueden saber qué vienen a expresar y cómo ayudarlos en su desarrollo”, cuenta.
Las sesiones cuestan entre 200 y 400 pesos, suelen durar entre hora y media y dos horas y algunos terapeutas sugieren grabarlas. Lo ideal es que quien consulta lleve una lista de diez preguntas. “Yo hago dos oraciones, abro el registro y luego de un momento la persona hace sus preguntas”, cuenta Eugenia.
¿Qué es lo que más preguntan?
“Sobre la pareja. En realidad, el mayor interés es encontrarse a sí mismos. A partir de ahí, la pregunta más común es la pareja: si están con la adecuada, si van a conseguir formar una; si están solos, por qué no pueden manifestar pareja. Es la pregunta fija.”
Durante las dos horas que dura la sesión, el terapeuta habla, habla y habla, pero, aseguran, no son suyas las ideas. En realidad, tanto Ale y Federica como Eugenia serían sólo el intermediario entre quien consulta y los maestros ascendidos o guías de esa persona. Su trabajo será hacer de puente entre ambos, o sea, lo que se llama “canalizar”.
“Uno de los maestros ascendidos más conocidos es Jesús. Otros son la Virgen María, los Santos, Saint Germain, Yogananda”, explica Eugenia.
Hay tres formas de recibir la información: por imágenes, por sensaciones o por palabras.
“En realidad es la decodificación que hace el ser humano, porque ellos son energía. Te mandan energía y nosotras la decodificamos y la pasamos a palabras”, dice.
Por su parte, la doctora Lema advierte que este tipo de aperturas deben ser realizadas por personas que las sepan manejar bien. “El registro puede tocar temas difíciles. Es importante que quienes los abran sean terapeutas. Lo ideal sería un psicólogo que luego haya aprendido a trabajar con registros akáshicos.”
Del Derecho al cine
Son las seis de la tarde y Federica Zosi tiene que cerrar su consultorio para ir a la presentación de su nuevo libro. Antes, relata una experiencia, la de esa señora que atendió en julio 2007, en Bariloche. La mujer era abogada y había tenido una pérdida importante. “Vino a verme y los maestros dijeron que tenía que cambiar de profesión. Ahora su tránsito sería por la cinematografía. ¡Imaginen su cara! ¡Una abogada penalista estudiando cine!", cuenta Federica.
"Salí de ahí diciendo: 'No puede ser'", coincide Marta Bertotti, la abogada en cuestión. "Sin embargo, en octubre, ya estaba buscando escuelas de cine y, al año siguiente, comencé a estudiar en la de Eliseo Subiela. Desde entonces me recibí de directora y trabajé en las dos últimas películas de Subiela. No fue una carrera fácil, pero los registros tenían razón."
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